02 May 2017
Autor: Marcela Alcántara Guerra
· Inocentes o culpables ya han sido juzgados por los medios de comunicación
· El juicio mediático parece ser una fórmula que deja satisfechas a las autoridades y a los medios de comunicación
Son las 10 de la noche y el noticiero estelar anuncia que fue detenido un narcotraficante. “El tuercas”, “La Barbie”, “El Brazos Cortos”, cualquiera que sea el alias de este hombre ahora se muestra en la pantalla con las manos esposadas y un militar parado a cada lado.
El conductor no tiene ningún recato en decir que se trata del “jefe de plaza” de x o y cartel. El detenido baja la cara para ocultarse de los flashes de docenas de periodistas y cámaras de televisión pero es demasiado tarde.
Una famosa periodista difunde información sobre el uso de recursos públicos para la red de prostitución de un dirigente local de un partido. Su imagen de hombre feo y obeso causa repulsión en su auditorio que decide que es culpable. Una mujer de nacionalidad francesa es mostrada en el noticiero de la mañana como secuestradora, de nada sirve que haya sido víctima de un montaje televisivo y que se hayan violado su derecho al debido proceso. Inocentes o culpables ya han sido juzgados por los medios de comunicación. Los ratings suben y el gobierno “trabaja”.
Esta es la historia de muchas personas a quienes desde que empezara la “Guerra contra el Narco” se vulneró su derecho a la presunción de inocencia. El problema radica en una mala complicidad entre los medios de comunicación que buscan dar información a su audiencia y en las autoridades de seguridad y procuración de justicia que deben dar resultados.
Este círculo vicioso se alimenta también por los altos índices de impunidad que existen en nuestro país. Como salida rápida, el juicio mediático parece ser una fórmula que deja satisfechas a las autoridades y a los medios de comunicación. Se transmite la idea de efectividad mientras que los medios de comunicación tienen un contenido que vender a sus audiencias.
En casos de juicio mediático la opinión pública se alimenta, de manera recíproca, con los medios de comunicación la percepción sobre la culpabilidad o inocencia de una persona. Muchas veces basándose en criterios subjetivos como la nacionalidad, apariencia física, sexo, o clase social. Reforzando así estereotipos sobre criminalidad.
Sin embargo, esta situación resulta no sólo gravosa para quienes enfrentan un proceso penal sino también para las víctimas de los delitos. De nada sirve que haya un persona detenida por un delito si en un juicio el Ministerio Público y la Procuraduría no son capaces de demostrar la culpabilidad de los imputados. En un país como México con altísimos índices de impunidad y con una muy baja capacidad de investigación en muy difícil que en casos de juicio mediático las investigaciones se realicen con los más altos estándares. La “fabricación de culpables” es una de las mayores tentaciones en este tipo de casos.
Frente a casos de alto impacto la exigencia de estándares rigurosos de investigación y de procuración de justicia debe ser aún mayor para evitar que las percepciones y las presiones de la opinión pública sean una distracción en el acceso a la justicia. La responsabilidad de los medios por su parte, es poder discernir entre aquello que las audiencias quieren escuchar y aquello que es verdadero. De otra manera, las consecuencias de una justicia mediatizada es que ni víctimas, ni imputados, ni la opinión pública tengan la verdad y la justicia que tanto falta hace en México.
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